Surgió la emoción en el devenir de los millones de años de evolución de la especie humana mucho antes que la cognición y es gracias a la emoción que nuestra naturaleza biológica está conectada con el mundo exterior.

Las emociones nos ayudan porque gracias a ellas notamos aquello que es importante o relevante para nosotros en cada momento: regulan nuestra atención al mundo exterior e interior. Buscan los acontecimientos relevantes para nuestra adaptación el entorno para que podemos ponernos en marcha y reaccionar, así como a eventos internos (recuerdos, ideas espontáneas, sensaciones corporales…).

No son las emociones, por tanto, sensaciones molestas que tengo que evitar o quitarme de encima. Atender a las emociones que sentimos en cada momento (en vez de ignorarlas) nos permite vivir en el presente, conectados con las señales importantes, tanto internas como externas, evaluándolas con respecto a nuestro propio bienestar. Es como estar conectados a nuestra propia emisora de radio: nos escuchamos. En este sentido, si leemos nuestras emociones, nos daremos cuenta de cómo estamos reaccionando ante una situación, y, por lo tanto, nos dan información importante de cómo la estoy valorando, de mis metas y necesidades en ese momento. Leer nuestras emociones es autoconocimiento.

Este “estar conectado con nosotros mismos” que trabajo en psicoterapia con mis clientes, es una de las bases del Mindfulness, que no es más que vivir plenamente consciente en el presente, sin dejarse arrastrar por el ajetreo del día a día, por el murmullo de pensamientos que me desconectan de mí mismo y del entorno, que me impiden ver lo que está pasando en este momento de forma abierta y amable sin juzgarlo, ignorarlo o dejarse llevar de manera automática e inconsciente. Es esa actitud vital que nos permite disfrutar de unos minutos de baño de sol inesperado mientras vamos al trabajo, escuchar una música que me hace sentirme profundamente vivo, o disfrutar de la inmensa felicidad de ver a nuestras hijas correr alegres por la plaza.

Además, podemos sintonizar con la emisora de radio de las emociones de los demás, y sentir que ellos sintonizan con la nuestra. Este intercambio constante de información sobre los estados emocionales de los demás es fundamental para regular las interacciones y fortalecer los vínculos (o lo contrario). Cuando los demás no atienden o no leen nuestras emociones, nos sentimos abandonados, solos y el vínculo se resiente.

Este “vivir en el presente” no debemos confundirlo con hacer siempre lo que nos apetece, cogiendo el curso de acción más cómodo, automático y reconfortante a acorto plazo, sin pensar en las consecuencias de nuestras acciones, evitando las emociones desagradables o indeseadas y buscando compulsivamente las emociones agradables en todo cuando hacemos. Siguiendo al psicólogo Leslie Greenberg (2000), esto sería “vivir para el presente”, en vez de “vivir en el presente” que tanto nos ayuda: conectados con nuestras emociones, como señales fundamentales de lo que está pasando dentro de nosotros y a nuestro alrededor.

Por todo ello, suelo integrar este trasfondo de Mindfulness en mis procesos de terapia, ya que los clientes se benefician de mayor autoconocimiento, gestión emocional y disfrute del momento presente, que son algunas de las semillas de la felicidad, para quien la busque…

 

Irene de Miranda
Psicóloga Sanitaria
IDEM Psicología y Terapia