En estas fechas navideñas, la soledad, sea elegida o impuesta, nos puede resultar dolorosa. Son muchas las personas que en estas fiestas no están con sus seres queridos. Aquí os dejo algunas reflexiones sobre la utilidad de la soledad, como fuente de inspiración, revisión y conexión personal:
- La soledad nos permite conectar con nuestros estados emocionales, que frecuentemente ignoramos o no encontramos el momento adecuado para atender en el día a día de nuestras vidas estresadas. Atender nuestros estados emociones, darles un sentido y respuesta, nos ayuda a procesarlos y no dejarlos desatendidos, como si no existieran.
- Nos facilita la soledad encontrar el silencio suficiente para escucharnos a nosotros mismos: qué es lo que de verdad anhelamos, qué necesitamos, qué personas de verdad queremos tener cerca, qué sobra y qué falta en nuestra vida. Detener el parloteo incesante que mantenemos con los demás, que nos genera ruido interior para tomar conciencia de lo realmente importante.
- El silencio es una forma también de anclarnos al presente, dejarnos fluir en el aquí y ahora, dejando por momentos de viajar hacia el pasado remoto en busca de nuestros recuerdos o divagar mentalmente sin rumo por el futuro lejano, preocupados por lo que habrá de venir.
- Es una oportunidad para reflexionar y hacer balance de los últimos 12 meses, las cosas maravillosas que hemos vivido, las que han sido especialmente duras y qué hemos aprendido de todo ello. Darnos cuenta de la enorme capacidad que tenemos de salir delante en las situaciones complicadas y confiar en que somos mucho más fuertes de lo que creemos.
- Nos permite tomar perspectiva también hacia el futuro y pensar dónde queremos estar dentro de unos meses, poniendo foco en lo que realmente está en nuestras manos, renovar o reafirmar nuestros propósitos personales, familiares y profesionales.
- Estar en soledad es también un momento para echar de menos a los que no están cercanos o disponibles en este momento, todo aquello que ahora no está. Echar de menos es una forma de darnos cuenta del valor de cada persona en nuestra vida, de forma que podamos, al reencontrarnos, demostrar lo importante que son para nosotros. Igual con los lugares que echamos de menos: aprender a disfrutarlos más la próxima vez que los visitemos. Los proyectos que hemos desatendido, las cosas materiales que hemos descuidado… darles su importancia y comprometernos a encargarnos en el futuro próximo a conciencia.
- Es un momento para reconocer nuestra unicidad, lo que nos define como individuos únicos, irrepetibles e insustituibles. A veces al estar rodeados de personas y muy atareados, en función o al servicio de los demás, nos perdemos, nos desorientamos y desconocemos. Nos convertimos en lo que los demás necesitan que seamos. Separarnos de los demás momentáneamente nos permite encontrarnos a nosotros mismos y a los demás.
Vernos solos es tomar conciencia de nuestra libertad y tenerla tan al alcance de la mano, a veces, no es fácil. De pronto tenemos “libertad de…” y “libertad para…”, como decía Erich Fromm en su libro “El miedo a la Libertad”. Encargarnos de nuestro autocuidado nos hace darnos cuenta de la enorme responsabilidad que tenemos, mientras que en el día a día estamos dedicados a cuidar a los demás o acostumbrados a que nos cuiden.
En soledad nos damos cuenta, en definitiva, de la enorme oportunidad que tenemos en escribir cada día la banda sonora de nuestra propia vida.
Un abrazo,
Irene de Miranda Reynés
Psicóloga Sanitaria
IDEM Psicología