El tiempo libre es una actividad educativa más dentro de la familia. Las actividades de ocio deben estar en consonancia con los valores y actitudes familiares, evitando crear un modelo lúdico-hedonista del ocio, que puede llevar a hábitos nocivos, entre ellos el uso de drogas. Además, por motivos de salud y educativos, debemos restringir las horas de TV/Tablet, videojuegos y de uso del móvil, que son demasiado elevadas en general y no ofrecen siempre los contenidos, actitudes y modelos de conducta deseables para estas edades, además de promover el sedentarismo.

La idea es identificar y establecer actividades que puedan ser gratificantes para todos, y que se realicen en familia (sobre todo cuando son más pequeños), a la vez que el adolescente pueda tener actividades propias que sean también saludables y educativas. En todo caso los padres deben orientar, motivar y supervisar si es necesario.

Algunas propuestas pueden ser:

– Actividades al aire libre: senderismo, excursiones, campamentos

– Actividades deportivas, las preferidas por cada uno. Algunas son individuales y otras permiten hacerlas en grupo, todas ellas se pueden hacer en familia.

– Actividades de manualidades y bricolaje, tanto para el hogar como maquetas, puzles, coleccionismo, etc.…

– Actividades de culturales: lectura, tocar música, acudir a conciertos, teatro y exposiciones, aprender pintura, juegos de mesa, ajedrez …

– Actividades relacionadas con nuevas tecnologías: dibujo, diseño, programación, etc.… más allá de los videojuegos, que hay que limitar.

Errores que podemos evitar:

– Actividades físicas con una demanda elevada de esfuerzo y dificultad, proponer retos acordes a su edad, nivel madurativo y nivel de motivación por la actividad. Luego que no nos extrañe que no quieran ir en bici con nosotros, si les ponemos el primer día un reto tan grande que les supera y resulta aversivo.

– Cuidar el nivel de competitividad entre hermanos, incluso con los progenitores, ya que al final puede convertirse en una mal rato, generando conflictos innecesarios. Deben aprender a ganar y perder, sin que le concedamos a este resultado demasiada importancia.

– Reforzar  (felicitar, agradecer…) su participación de buena gana en las actividades de ocio propuestas, valorando más la actitud y colaboración, más que el resultado en sí de la actividad.

– Procurar que las actividades que realicemos sean relativamente cortas y variadas, en vez de “empachar” a los niños con una actividad. Por ejemplo, para un niño jugar a la ajedrez (estar sentado, callado y concentrado…) durante una hora es un reto tremendo. Podemos ir aumentando los tiempos con la edad.

– Observar sus capacidades y sus gustos, para darles prioridad en la mayoría de las ocasiones, en vez de dar prioridad a los gustos de los mayores. Negociar para que las preferencias de todos tengan cabida distintos días.

En la adolescencia se complica:

Es posible que, durante un tiempo, nuestras/os adolescentes dejen de participar en las actividades de ocio familiares, prefiriendo las actividades individuales de ocio en casa. Este tema suele desesperar a sus progenitores, que de pronto ven que su hijo “ya no quiere ir a dar un paseo en bici como hacíamos todos los domingos”. No podemos forzarles y debemos respetar sus preferencias en la medida de lo posible, negociando que al menos algunas de las actividades se puedan seguir haciendo en familia, sobre todo si hay hermanos pequeños. Tampoco os sorprendáis cuando de repente salga de su habitación inesperadamente y diga: “¿jugamos al parchís?”.

Un/a adolescente que puede disfrutar en casa y fuera de casa de ocio saludable y educativo, tiene menos posibilidades de verse tentado a llenar su tiempo libre fuera de la escuela con conductas de riesgo, entre ellas el uso de drogas. De todas formas, esos buenos hábitos desde pequeños ya forman parte de su repertorio y en algún momento más adelante, podrán retomarlos. Aunque no nos lo parezca, cuando ellos hablan de su infancia y de su vida familiar, rememoran esas actividades que realizaban con padres y hermanos con cariño y se sienten orgullosos de ellas: las comentan con sus amigos, y otros adultos.

La educación de nuestras/os hijas/os en el tiempo libre saludable es fundamental, porque será una útil herramienta para gestionar el estrés y disfrutar de una vida plena desde su juventud. La principal reflexión que como madres y padres debemos hacernos es cuál es la calidad de nuestro propio ocio. Decirle a nuestro hijo: “ponte a dibujar, por favor”, mientras nosotros estamos tumbados en el sofá mirando el móvil durante horas, no parece ser un buen ejemplo. Mantener nosotros mismos un ocio saludable es importante para que nuestras/os hijas/os tengan un buen modelo a imitar y lo adquieran de por vida, sin que nos demos mucha cuenta.

Irene de Miranda Reynés
Psicóloga Sanitaria
Directora IDEM Psicología