Las emociones nos desbordan… a veces
Nuestras emociones en ocasiones nos desbordan. Puede ocurrirnos con las emociones llamadas egodistónicas (desagradables), como la ira, la tristeza o el miedo. En un momento dado perdemos nuestro equilibrio y nos vemos superados e incapaces de controlar nuestro estado emocional. En otras ocasiones, nos puede pasar con las emociones egosintónicas (agradables), como la alegría, el entusiasmo etc… Las emociones influyen todas ellas en cómo actuamos y pensamos. Si se presentan de manera descontrolada pueden hacer que veamos la realidad de manera poco objetiva, que actuemos por impulsos o tomemos decisiones inadecuadas. Por lo tanto, pueden ser una fuente de preocupación si no logramos retomar el equilibrio y la tranquilidad a la hora de pensar y actuar, afectando a nuestras relaciones personales, familiares, y al ámbito laboral.
Las emociones cumplen una función fundamental para nuestra adaptación al medio. Pero ser capaces de regular nuestros propios estados emocionales es una habilidad básica para relacionarnos con nosotros mismos y con los demás. A finales del siglo XX, surgen una serie de autores claves desde el enfoque cognitivista de la psicología. Destacamos a Salovey y Meyer (1990, 1997) y a Gardner (1993) con su teoría de las Inteligencias Múltiples; etc… Todos estos autores fueron los primeros en definir el concepto de inteligencia emocional como la habilidad para manejar los sentimientos y emociones, ampliando el concepto de la inteligencia que se tenía hasta el momento.
¿Podemos mejorar nuestra gestión emocional?
Básicamente, son dos los procesos que podemos mejorar: conciencia de las emociones y regulación de las mismas. Vamos a ver cada una.
La conciencia emocional incluye la capacidad de tomar conciencia de las emociones propias, las de los demás, así como captar las claves emocionales de cada contexto social, para adaptar nuestro comportamiento de forma adecuada. Aquí se incluyen habilidades y conocimientos como: saber nombrar cada emoción, saber cómo la sentimos en el cuerpo (especialmente las que sean más perturbadoras), saber qué situaciones las desencadenan, saber expresar de manera respetuosa y serena nuestras emociones, estar atentos y detectar emociones en los demás a través de la comunicación no verbal (empatía)… Dominar todo esto nos permite clarificar esta información emocional valiosa en cada situación, para tomar conciencia de cómo afectan al comportamiento propio y de los demás, y utilizarlo en beneficio de ambos, favoreciendo la comunicación, la negociación y la cooperación.
La regulación emocional es la capacidad de manejar y moderar nuestras reacciones emocionales, en cuanto a la magnitud en la que las experimentamos, cómo, cuándo las expresamos, tanto en relación con nosotros mismos, como en contextos sociales. Tras un primer momento en el cual las emociones son plenamente funcionales y adaptativas, suele ser necesario un proceso complementario de regulación que tiene como objetivo regresar al estado previo. En otras ocasiones la adaptación al entorno nos exige una modulación de la respuesta emocional, sobre todo cuando ésta es muy intensa.
Regular las emociones no es reprimirlas
En ocasiones confundimos la regulación de las emociones con el hecho de reprimirlas. Sin embargo, la evitación o supresión de las emociones se relaciona con un aumento de la ansiedad, reactividad emocional, impulsividad y depresión, entre otras consecuencias. Tampoco se consideran adaptativos el uso de medios externos para controlar las emociones desagradables, como puede ser el uso de alcohol, u otras drogas o el abuso de tranquilizantes, estimulantes, antidepresivos, etc… sin supervisión médica.
Regular emociones no es sólo controlar las emociones desagradables y potenciar las agradables. Al contrario, a veces necesitaremos regular nuestras emociones positivas para que no nos desborden. Por ejemplo, cuando hacemos muy bien un examen, nos sentimos orgullosos y eufóricos; pero antes de entusiasmarnos y ponernos a celebrarlo, tenemos que ponernos a trabajar duro para preparar el examen del día siguiente.
Irene de Miranda Reynés
Directora de IDEM Psicología y Terapia