Inauguramos hoy una serie de artículos en las que revisaremos diversas maneras en las que nuestra propia forma de pensar e interpretar el mundo, afecta a nuestra autoestima, concepto que ya tratamos en: Qué es la autoestima y cómo nos afecta. En el artículo La crítica patológica y la autoestima, vimos la importancia de nuestras creencias profundas sobre el mundo, los demás y sobre nosotros mismos, de cara a construir nuestra autoestima.

Hoy vamos a profundizar en la importancia de estas creencias, que ya comentábamos proceden tanto de nuestra cultura, como de nuestra familia y de nuestras propias experiencias de vida, sobre todo de la infancia y adolescencia, aunque siempre pueden irse nutriendo de nuevas experiencias (si somos suficientemente flexibles para permitirlo).

Las personas con problemas emocionales suelen presentar creencias erróneas o disfuncionales; veamos algunas de ellas, las que más habitualmente observo:

– Sobre el mundo y la vida: “el mundo está contra mí”, “la vida te castiga, hagas lo que hagas”, “cada uno obtiene lo que merece”, “para ti o para mí, no hay para los dos”, “sólo lo muy intenso es verdaderamente auténtico”, etc.

– Sobre las personas y las relaciones: “la gente es mala/egoísta”, “las mujeres/hombres no son de fiar”, “las personas van a hacerte daño si pueden”, “o ganas tú o gano yo”, “tanto logras, tanto vales”, “yo/tú primero”, etc.

– Sobre mí mismo: “soy… inútil, un fracaso, inadecuado, una estafa, malo…”, “mostrarse débil es perder”, “haga lo que haga, da igual”, “necesitar ayuda es fracasar”, “para que me amen debo ganármelo”, “necesito alguien que me quiera/me admire para sentirme bien”, “tengo que darlo todo hasta la extenuación”, “ser una persona mayor es perder tu valía”, etc.

Decimos que son creencias disfuncionales porque son globales, absolutas, exageradas o contienen una visión parcial y negativa de la realidad: no son objetivas. Su importancia radica en que, dada una situación, condicionan nuestra interpretación de esta. Y, por lo tanto, influyen en nuestras emociones y en nuestra conducta.

Por ejemplo, una persona puede percibir la inatención por parte de su pareja, durante un periodo de tiempo. ¿Cómo interpretará esta persona este hecho si tiene una creencia fundamental del tipo “amar de verdad es demostrarlo siempre”?, ¿y del tipo “necesito alguien que me quiera/admire para estar bien”? Imaginemos que esta persona en cambio tiene creencias básicas del tipo: “no necesito que me muestren todo el rato que me aman”, “cada uno es libre de expresar o no sus sentimientos cuando le plazca”… Seguramente las emociones y conductas de estas dos personas serán muy diferentes. Y mostrarán niveles de autoestima muy diferentes en el marco de sus relaciones de pareja. Por no mencionar el impacto que puede tener sobre la propia relación. Sobre todo, teniendo en cuenta que hay muchos motivos para que una persona desatienda a su pareja, además de no quererla: estar estresado, cansado o enfermo, o centrado en un tema personal o profesional importante para ella. Pero podíamos encontrar ejemplos en el marco de las amistades, el trabajo o los estudios: las creencias disfuncionales nos afectan a todos los niveles.

En psicoterapia es muy habitual trabajar estos aspectos de las creencias con los pacientes que muestran malestar emocional y problemas de autoestima. Las creencias que más nos ayudan a las personas son del tipo:

– “la vida es dura, y hay que afrontar problemas habitualmente”

– “hay oportunidades para todos, antes o después”

– “las personas buenas también sufren/pierden…”

– “ser una buena persona no es ser perfecta/o”, “soy imperfecta/o”, “puedo fallar”, “puedo necesitar ayuda”…

– “no le puedo gustar a todo el mundo”

– “la debilidad es algo humano”

– “no es imprescindible que alguien me ame/admire para sentirme valiosa/o”

– “en las pequeñas cosas encuentro la felicidad”, etc.

¿Cuáles serían útiles para ti en este momento de tu vida? ¿Cuáles te ayudarían a sentirte mejor contigo mismo? Se necesita flexibilidad mental para revisar nuestras creencias y permitir que cambien. Muchas veces sí llegamos a darnos cuenta de que nuestras creencias no nos ayudan, dificultan nuestra autoestima, afectan a nuestro estado emocional y a nuestra conducta, pero, aun así, no las cambiamos, no las “actualizamos” a pesar de verlo claro. Aunque verlo claro ya es el comienzo de un cambio.

Quizá no las cambiamos porque algunas de estas creencias, la mayoría, se han grabado en nuestro cerebro más profundo, con base en experiencias tempranas emocionalmente muy intensas, algunas de las cuales ni recordamos. Digamos que estas creencias no están escritas, mecanografiadas en nosotros, sino que están esculpidas. Una escultura primigenia que nos dice una de dos: “soy valioso” o “no soy valioso”, y sus condicionantes. Pero eso ya nos da para otro artículo en el blog…

Un abrazo,

Irene de Miranda Reynés
Psicóloga Sanitaria
Directora IDEM Psicología
www.idempsicologia.es