Muchas veces nos ocurre que estamos cansados, estresados o decepcionados con el comportamiento de nuestras/os hijas/os y esto nos hacer verlo todo muy negativo. Es normal que perdamos los nervios o que nos sintamos muy irritados o preocupados, y tenemos derecho a expresarlo con ellos, es más: es bueno hacerlo. Pero hacerlo desde lo positivo es mejor para relación, genera menos conflictos y favorece la apertura en la comunicación.  Estos son algunos consejos para mantener una actitud positiva:

– Evita comenzar las conversaciones con reproches, amenazas y comentarios sarcásticos o hirientes, ya que generan actitud defensiva y poco dialogante en nuestra/o hija/o.

– Intenta tranquilizarte antes de hablar con tu hija/o: si estamos muy irritados, no es el mejor momento para conversar de manera calmada. Si es preciso, antes de hablar, nos tomamos unos minutos para rebajar nuestra ira y retomar la comunicación después.

– Utiliza un lenguaje positivo y descriptivo. El respeto es fundamental, somos un ejemplo. Intentemos no poner etiquetas a nuestra hija/o, sino describir lo más objetivamente posible las conductas que nos generan malestar. Por ejemplo, en vez de decir “eres un vago”, podemos indicar “hoy no has recogido tu habitación”. Además, debemos ser concretos, y referirnos a comportamientos concretos en situaciones concretas, sin que desaprobemos el conjunto de su persona. Por ejemplo, en vez de decir: “¡Eres un maleducado!”, podemos decir: “Imagino que se te ha pasado por alto, pero es importante saludar a los vecinos cuando nos cruzamos con ellos”.

– Utiliza preguntas abiertas, interésate en general por sus cosas, no sólo cuando ha salido o te preocupa su conducta. Evitar el insistir en que nos indique dónde ha estado, con quién, etc. a modo de interrogatorio; utiliza en cambio preguntas abiertas del tipo, ¿qué tal lo habéis pasado?, ¿qué habéis hecho?, etc.…

– Aleja los reproches y evita hacer alusiones a lo mucho que hacéis por él, etc… ya que genera culpabilidad en nuestros hijos y hace que se cierren a nosotros. Es mejor que nos desahoguemos con nuestra pareja o con alguien de confianza sobre estos temas, en vez de con nuestros hijos.

– Escucha con sinceridad y apertura, en vez de adivinar su pensamiento, leer sus gestos y prejuzgar lo que dice. Hacer gestos que indiquen que les atendemos y que les entendemos (asentir, mirarlos…) Muchas veces cometemos el error de “oír sólo que nos interesa”, o más bien, lo que coincide con nuestras expectativas, preocupaciones, etc.

– Conecta con tu hija/o a través de la mirada, respeta los silencios que le servirán para pensar y aclarar sus ideas, en vez de precipitarte y “hablar por él”.

– Es mejor que usemos “mensajes yo”, en vez de “mensajes tú”: nos permiten expresar lo que opinamos y sentimos en vez de reprochar su comportamiento. Es mejor decir “me gustaría”, “yo creo que”, etc. que decir “tú deberías”, o “tú tendrías que”, porque esto provoca una actitud defensiva y estimula su rebeldía.

– Mantén una perspectiva histórica sobre tu hija/o: cómo suele comportarse, la cantidad de cosas que hace bien, los buenos momentos que hemos pasado, sus mejores cualidades desde pequeñín. Parece que a veces cuando nos enfadamos con ellos, nos centramos en su comportamiento en este momento, como si fuera lo más habitual en él o fuera para siempre así y ya nunca fuera a actuar de otra forma. Piensa que este momento tan malo que estáis teniendo pasará y tu hija/o será más tarde el mismo de siempre. Yo suelo usar la metáfora de la tempestad: tarde o temprano amaina, y el mar vuelve a su estado habitual. Podemos ver la tempestad desde la lejanía y acercarnos de nuevo cuando haya pasado.

¿Y si aplicáramos todo esto a nuestra relación de pareja, con nuestros familiares y en las relaciones profesionales…? Mejorarían nuestras relaciones personales, ¿no creéis?

Un abrazo,

Irene de Miranda Reynés
Psicóloga Sanitaria
Directora IDEM Psicología
www.idempsicologia.es